…el joven Carlos, que sólo hablaba el franco, su lengua materna, con el tiempo llegaría a dominar el latín y algo de griego?
…Carlos era tan limitado en su cultura, que en su adolescencia los francos le llamaban “El palurdo”?
…el espíritu católico de Carlomagno hizo que la Iglesia “disimulara” su repudio a su legítima esposa?
…Alcuino, el verdadero sostén ideológico del Renacimiento Carolingio quería unir las siete artes liberales con los siete dones del Espíritu Santo?
…el Imperio Carolingio, que fue un gran éxito administrativo, se convirtió en un fracaso tras la muerte de Carlomagno?
A menudo suele considerarse a la Edad Media europea como un largo sueño de la Humanidad, una era de oscurantismo donde nada hubo que igualara el esplendor de la Antigüedad, ni que preanunciara el apogeo del Renacimiento o las posteriores revoluciones, imperios y consolidación de los estados nacionales independientes.
En parte, esta visión es atendible. Pero en su generalización omite un hecho fundamental: que el de los francos, a los que los antiguos hubieran denominado “bárbaros”, fue el más estable y duradero de los reinos (fue incluso un Imperio) fundados por los pueblos germánicos en Europa.
Una figura refulge como centro de la escena: Carlos I, el Grande, que nació para algunos el de 2 abril de 742 (748 para otros) y falleció el 28 de enero de 814.
Su propio nombre, aquél con el que ha pasado a la posteridad, Carlomagno, es símbolo de las culturas que aunó bajo su corona. En alemán, Karl es Carlos, como lo son Carolus, en latín, Charles en francés e inglés, o Carle en catalán. Así, el gran rey de los francos, el que uniera las culturas romana, germánica y cristiana, se llamó Karl der Grosse, Carolus Magnus, Charlemagne ó Carlemany.
Su Sacro Imperio Romano Germánico sería un ejemplo de eficacia militar, pero a la vez de sabiduría administrativa, de piedad religiosa y de reconocimiento y estímulo a la cultura.
EL ORIGEN
Estamos en el siglo VIII, en Europa. Una nueva dinastía de reyes, descendientes de la familia de los Heristal, daría a esta cuna su mayor esplendor, y extendería su poder a todos los países de Occidente, para la misma época en que los árabes consolidaban su dominio en la península ibérica.
Carlos Martel, que en la célebre batalla de Poitiers (732) frenó el avance de los árabes sobre Europa, fue padre de dos hijos: Carlomán, que sería luego monje, y Pipino, al que llamarían el Breve por su reducida estatura. Este último, en el año 751, depuso a Childerico III haciéndose del trono, y
reinó hasta el 768. Se inauguraba así la dinastía de los Carolingios. Muerto Pepino, sus dos hijos, Carlomán y Carlos, fueron elegidos reyes de los francos. Mas era
previsible que no pudieran acordar en todo, y terminaron enfrentándose ambos. La discordia halló salida en el año 771, con el fallecimiento de Carlomán. Los mismos hijos del
muerto ungirían como jefe al sobreviviente. Carlos quedó así en posesión absoluta de la totalidad de los dominios de su familia. Nacía el hombre fuerte.
EL MAGNO
Carlos tenía una grandeza física que también le era reconocida en lo espiritual, en su temple y dotes humanas. Así fue desde muy temprano nombrado El Grande (Magno), ó con el apócope de Carlomagno. Una vez en el poder, Carlomagno fue a combatir a los lombardos en Italia, como una forma de proteger al papa Adriano IV. Venció al rey de los lombardos, Desiderio, en el año 774. En el 776 deshizo totalmente el reino del vencido, e Italia quedó repartida, entre tres soberanos: el Papa, Carlomagno y el Emperador Bizantino.
Carlomagno se proclamó rey de los longobardos y ciñó una corona especial y muy significativa. Se la llamaba La corona de hierro, pues se decía que su aro interior había sido hecho con un clavo de la cruz de Jesucristo. Poco después (en 778) fue llamado a España por un jefe árabe sublevado
contra el emir de Córdoba. Carlomagno atravesó los Pirineos, y tras algunas incidencias con aquellos que habían solicitado su ayuda, obligó a los moros a retroceder en el territorio conquistado hasta la línea del río Ebro. Pero a su regreso, la retaguardia de su ejército fue sorprendida por los vascos y derrotada en el paso de Roncesvalles, en una batalla donde murió su sobrino Rolando, o Roldán, y
que tendría un destino inmortal. Este episodio dio lugar a una famosa composición en verso, La Chanson de Roland, un clásico de la literatura medieval.
Posteriormente los francos organizarían seis expediciones, con el fruto de las cuales Carlomagno fundó dos marcas (provincias fronterizas): la de Barcelona y la de Gascuña.
Entre 772 y 785, el monarca llevó a cabo una victoriosa guerra contra los sajones. Éstos eran conducidos por el hábil Widukindo, y por cierto ofrecieron tenaz y heroica resistencia a las arremetedoras fuerzas francas. Pero el triunfo favoreció a estos últimos, y los sajones, ya sometidos, fueron convertidos al cristianismo. La espada se unía así a la cruz en su afán de conquista.
Carlomagno pudo así ampliar sus dominios hasta el río Oder. En su avance, fueron vencidos tanto los bávaros como los ávaros, establecidos sobre las costas del Danubio y que por cierto descendían de los hunos. Finalizada esta campaña, que se extendió entre 788 y 796, Carlomagno creó la marca
del Este (Ostereich), más tarde reino de Austria.
TODO UN IMPERIO
Finalizadas estas campañas, las posesiones de Carlomagno comprendían la Galia, Italia, Germania y una parte de España; quedaba así restablecido el antiguo Imperio Romano de Occidente.
En una por demás significativa fecha, el 25 de diciembre del año 800, mientras Carlomagno oraba en Roma, en la basílica de los apóstoles San Pedro y San Pablo, el papa León III ciñó su cabeza con la corona imperial, tal como ocurría con los emperadores de Bizancio. Así quedaba sellada la unión
de la Iglesia y el Estado. En pos de mejorar la administración de su vasto imperio, Carlomagno acrecentó el número de duques y condes, cuyos subalternos fueron los vicarios y los centenarios. La labor de éstos se complementaba con la de otros funcionarios de confianza llamados missi dominici (enviados del señor), que recorrían el territorio en cada estación, de dos en dos (un conde y un obispo), para verificar el buen desempeño de sus súbditos.
El imperio era una maquinaria administrativa que funcionaba con regularidad. Dos veces al año se celebraban las asambleas nacionales en las que participaban solamente los obispos, los duques y los condes. En estas ocasiones, Carlomagno publicaba sus ordenanzas conocidas con el nombre de capitulares, ya que estaban organizadas en capítulos, y que no siempre tenían el carácter de leyes. A veces eran más bien normas o preceptos morales.
Como todo emperador que se precie de su liderazgo, Carlomagno prestó mucha atención a la organización militar. Las provincias fronterizas (las marcas) estuvieron a cargo de jefes que recibieron el nombre de Margraves, en Alemania, y Marqueses en los países latinos.
El ejército de Carlomagno estaba formado por hombres libres, que tenían la obligación de aportar sus elementos de combate, por lo que la cantidad y calidad de éstos era variable según el patrimonio de cada combatiente.
El Emperador se sentía igualmente responsable de la organización eclesiástica. Creó así nuevos obispados y obligó al pago del diezmo, que consistía en el aporte de la décima parte de las cosechas, para el mantenimiento de la Iglesia.
La obra pública no era ajena a sus desvelos. Entre sus logrados emprendimientos sobresalieron los puentes de madera levantados sobre el Rin y el Danubio; el comienzo de la construcción de un canal entre ambos ríos y la edificación de palacios. Pero otra obra no menos palpable y trascendente se edificaba en el terreno cultural.
UNA CULTURA EN EXPANSIÓN
Carlomagno tuvo particular interés en estimular el desarrollo de las letras y de las ciencias. Éstas habían decaído por natural efecto de las guerras. Pero en cuanto la paz lo permitió, el ex analfabeto predicó con el ejemplo, se ilustró, aprendió el latín y estudió con afán la lengua germánica. Con una inusitada visión estratégico cultural, fundó escuelas y se rodeó de sabios. Entre ellos sobresalieron el teólogo Alcuino, nacido en Inglaterra, el lombardo Diácono y el germano Eginardo.
Carlomagno asistía a la escuela que funcionaba en su propio palacio de Aquisgrán, y que era más bien una academia. Allí eran tratados y sometidos a ardua discusión los más diversos temas de carácter científico y literario. Éstos estaban basados en el estudio de las denominadas artes liberales, que
comprendían el trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (geometría, aritmética, astrología y música), según el método de lectura y comentario de textos. También funcionaba una escuela para niños, que a menudo recibía la agradable visita del soberano.
Esta preocupación por el desarrollo cultural, produjo un destello en la materia que fue llamado El Renacimiento Carolingio.
Debe tenerse en cuenta que para ese entonces, eran contados los que tenían acceso a una cultura clásica. Se destacaban entre ellos los monjes benedictinos, quienes serían celosos custodios del patrimonio heredado. La visión de estadista de Carlomagno puso esta herencia en mayor cantidad de manos.
EL IMPERIO SE DIVIDE
Hay etapas históricas que deben su apogeo al elemento aglutinante de un solo hombre. Pero el hombre es pasajero, y lo que a veces un individuo logra, toda una comunidad no puede conservar.
Carlomagno falleció en su palacio de Aquisgrán (Aix-la-Chapelle), el 28 de enero de 814. Lo había rodeado el amor de su pueblo y el respeto y admiración de los extranjeros. A su muerte, los pueblos sometidos intentaron recobrar su independencia. Hubo luchas. La estructura del imperio se
resquebrajó hasta partirse.
Su hijo Luis el Benigno o Ludovico Pío, que le sucedió en el trono, dividió el imperio en el año 817 entre sus tres hijos: Lotario, Pipino y Luis. Pero este reparto no satisfizo a su sobrino Bernardo, el rey de Italia, que se sublevó y fue finalmente vencido.
Ludovico se casó en segundas nupcias con una hija del rey de Baviera (819) con la que tuvo otro hijo, Carlos, a quien quiso hacer partícipe del reparto y entregarle un reino. Pero sus otros hijos se sublevaron y Ludovico fue depuesto, aunque más tarde fue restablecido en el trono por la asamblea
de Nimega (830). Esta resolución dio lugar a que sus hijos se sublevaran nuevamente en el año 833. Abandonado por su ejército, fue degradado públicamente, pero poco después fue restaurado por segunda vez en el trono (834).
Hacia 877, el antiguo Imperio estaba tan dividido que era imposible concebir cómo había sido tan vasto y cohesionado.
La sombra de Carlomagno sobrevolaba los campos europeos como síntesis de una voluntad hecha dominio y cultura.
NOVEDAD: En la actualidad existen muy poco libros sobre este personaje.
ROMPE ESTEREOTIPOS: Es un libro que busca eliminar los estereotipos sobre la Edad Media. Aleja al lector de la conciencia oscurantista de dicho período histórico.
PARA CUALQUIER LECTOR: Es un libro que sigue con absoluta fidelidad el espíritu de la colección Breve Historia. Escrito en un lenguaje sencillo, despertará el interés de cualquier tipo de lector. Desde las edades más tempranas hasta el lector más avanzado.
PERMITE ENTENDER EL ORIGEN DE EUROPA: En el Imperio Carolingio empiezan a gestarse las grandes Naciones que existen en la actualidad. Fue un Imperio que sentó las bases culturales y administrativas de todo un continente.
RESALTA EL CARACTER MILITAR Y HUMANISTA DE CARLOMAGNO: Es un libro que se centra en los aspectos más desconocidos de Carlomagno. Resalta especialmente la idea de que a pesar de crear un Imperio basado en el poderío militar, también dio gran relevancia el aspecto cultural, dando origen a lo que se llamó el Renacimiento Carolingio, que puede entenderse como el primer paso de lo que después fue El Renacimiento.
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1: Los francos. Europa antes de Carlomagno
CAPÍTULO 2: Dinastía y primeros años de un líder
CAPÍTULO 3: Bautismos y guerras, espada y cruz
CAPÍTULO 4: ¿Una administración memorable?
CAPÍTULO 5: ¿El Renacimiento carolingio?
CAPÍTULO 6: Carlomagno y los francos en la literatura
BIBLIOGRAFÍA
A BRIEF HISTORY OF CHARLEMAGNE AND THE HOLY ROMAN EMPIRE
The unknown history of medieval Europe and of the emperor that pulled it from obscurantism and laid the foundations of Western culture.
Historical Essay / Popular History
13 x 19 cm
Format: Paperback with flaps
Pages: 352
ISBN13: 978-849763549-3
Price: 17,95 US$
Series: Breve Historia / www.brevehistoria.com
Publication: January 2009
Discover the exciting history of the emperor Charlemagne, a ruler who established himself as a guarantor of the continuity of classic culture in Europe, who achieved stability and peace, and who raised a model empire in terms of administration and cultural promotion.
It’s the 8th Century and fog and lethargy threaten to engulf all of Europe after the fall of Rome. Culture was relegated to the obscurantism of the monasteries, where the monks copied and held the treasures of past ages.
In Rome, the former rulers of the world saw the inhabitants of the East as dark, semi savage beings that formed part of barbaric tribes that ate raw meat and were incapable of building a coherent and steady political structure. Among the Franks, a West Germanic tribe, a talented young man with leadership aspirations, military skill, and administrative genius emerged. He was known as Charlemagne.
This same pagan and illiterate young man would later promote the value of Latin and Greek and the continuation of Western culture, would release the cultural artifacts from the monasteries, and would eventually become emperor and build a kingdom by unifying Roman, Germanic, and Catholic traditions.
Juan Carlos Rivera Quintana (Cuba, 1960) is a writer, journalist, and university professor. He received his degree in Science and Arts in Havana in 1978 and five years later he obtained another degree in Journalism. He later earned a master’s degree in Planning and Management of Communication Processes in the National University of La Plata, Argentina. As a journalist he covered the visits of important heads of states to Cuba, including those of Mikhail Gorbachev, José Eduardo Dos Santos, Daniel Ortega, and Felipe González. For his recognized professional path, he received various awards for his work, including the Félix Elmuza Medal (1996), which is awarded by the Journalist Association of Cuba.
Poco es lo que se ha escrito sobre uno de los hombres más relevantes de la historia, quizá por los prejuicios que arrastra, incluso para los estudiosos, la Edad Media. Considerada unánimemente como un periodo salvaje y oscuro, pocos olvidan el espíritu de Carlomagno, el rey de los francos, un sobresaliente militar que formó un imperio compuesto por Galia, Germania, Italia y la parte norte de España. Breve Historia de Carlomagno nos enfrenta a este personaje fundamental que entre los siglos VIII y IX dio un impulso fundamental a la cultura medieval arraigada en la cultura grecorromana, aunque tamizada por el cristianismo y que usó los monasterios y las múltiples escuelas que el emperador creó para difundirse por toda Europa y constituir su esencia.
Entre la biografía y el estudio histórico, el libro de Juan Carlos Rivera Quintana nos pone en antecedentes explicándonos cómo era la Europa anterior al emperador y las dinastías que gobernaban los diversos reinos que unificaría. Pasa después a detallarnos la vida del carolingio desde su infancia hasta su coronación, tras vencer a su hermano en el 771 como rey de los francos y, por supuesto su coronación en el 800 como emperador. No quiere el autor, no obstante, quedarse sólo con los éxitos militares, sino que hará hincapié su labor como administrador y creador de ciudades y arquitectura civil, y en su afán por difundir la cultura, para lo que creó escuelas y se rodeó de sabios provocando lo que se ha conocido como el “Renacimiento Carolingio”.
Un estudio fundamental que nos llevará a conocer a una de las personalidades más apasionantes de la Edad Media y que contribuirá a arrojar luz a todo aquel que tenga dudas sobre qué es ser europeo y qué nos diferencia del resto del mundo.
Juan Carlos Rivera Quintana. (Cuba, 1960). Escritor, periodista y profesor universitario. Se licenció en Ciencias y Letras en La Habana en 1978, y cinco años después en Periodismo. Obtuvo la Maestría en Planificación y Gestión de Procesos Comunicacionales en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Como periodista, cubrió memorablemente las visitas de importantes Jefes de Estado a Cuba, entre ellos Mijail Gorbachov, José Eduardo Dos Santos, Daniel Ortega y Felipe González. Recibió numerosos reconocimientos a su labor, como la Medalla Félix Elmuza (1996) que otorga la Unión de Periodistas de Cuba, por su destacada trayectoria profesional, y varias medallas de servicio periodístico por su labor en zonas de conflictos y guerras. Recientemente, ha obtneido el Segundo Premio Latinoamericano de Periodismo de Salud (2006) patrocinado por la OMS-OPS y la fundación del Nuevo Periodismo que dirige García Márquez en Cartagena de Indias, Colombia. Autor de numerosos libros, es a la vez un apasionado por los grandes procesos históricos mundiales y su interacción con el individuo.